Cuento
Érase una vez, en un reino muy lejano, una reina que dio a
luz una preciosa niña. Los reyes invitaron al bautizo a todas las hadas del
reino pero, desgraciadamente, se olvidaron de invitar a la más malvada. A pesar
de no haber sido invitada, el hada maligna se presentó en el palacio y, al
pasar delante de la cuna de la pequeña, le arrojó un maleficio diciendo: "
Al cumplir los dieciséis años te pincharás con un huso y morirás". Al oír
eso, un hada buena que estaba cerca, pronunció un encantamiento a fin de
mitigar la terrible condena: "Al pincharse en vez de morir, la muchacha
permanecerá dormida durante cien años y solo el beso de un apuesto príncipe la
despertará." Pasaron los años y la princesita se convirtió en una muchacha
muy bella. El rey había ordenado que fuesen destruidos todos los husos del
palacio con el fin de evitar que la princesa pudiera pincharse. Pero eso de
nada sirvió. Al cumplir los dieciséis años, la princesa acudió a un lugar
desconocido del palacio y allí se encontró con una vieja sorda que estaba
hilando. La princesa le pidió que le dejara probar. Y ocurrió lo que el hada
malvada había previsto: la princesa se pinchó con el huso y cayó dormida al
suelo. Después de variadas tentativas nadie consiguió vencer el maleficio y la
princesa fue tendida en una cama llena de flores. Pero el hada buena no se daba
por vencida. Tuvo una brillante idea. Si la princesa iba a dormir durante cien
años, todos los súbditos del reino dormirían con ella. Así, cuando la princesa
despertarse nada habría cambiado. Y así lo hizo. La varita dorada del hada se
alzó y trazó en el aire una espiral mágica. Al instante todos los habitantes
del palacio se durmieron. En el reino todo había enmudecido. Nada se movía, ni
el fuego ni el aire. Todos dormidos. Alrededor del palacio, empezó a crecer un
extraño y frondoso bosque que fue ocultándolo totalmente del resto del mundo en
el transcurso del tiempo. Pero al término del siglo, un príncipe, que estaba de
caza por allí, llegó hasta sus alrededores. El animal herido, para salvarse de
su perseguidor, no halló mejor escondite que la espesura de los zarzales que
rodeaban el palacio. El príncipe descendió de su caballo y, con su espada,
intentó abrirse camino. Avanzaba lentamente porque la vegetación era muy densa.
Descorazonado, estaba a punto de retroceder cuando, al apartar una rama, vio el
hermoso palacio. Siguió avanzando hasta llegar a él. El puente levadizo estaba
bajado. Llevando al caballo sujeto por las riendas, entró, y cuando vio a todos
los habitantes tendidos en las escaleras, en los pasillos, en el patio, pensó
con horror que estaban muertos, Luego se tranquilizó al comprobar que solo
estaban dormidos. "¡Despertad! ¡Despertad!", chilló una y otra vez,
pero fue en vano. Cada vez más extrañado, se adentró en el palacio hasta llegar
a la habitación donde dormía la princesa. Durante mucho rato contempló aquel
rostro sereno, lleno de paz y belleza; sintió nacer en su corazón el amor que
siempre había esperado en vano. Emocionado, se acercó a ella, tomó la mano de
la muchacha y delicadamente la besó... Con aquel beso, de pronto la muchacha se
desesperó y abrió los ojos, despertando del larguísimo sueño. Al ver frente a
sí al príncipe, murmuró: ¡Por fin habéis llegado! no sabéis cuanto he soñado
con este momento. El encantamiento se había roto. La princesa se levantó y
tendió su mano al príncipe. En aquel momento todo el reino despertó. Todos se
levantaron, mirándose sorprendidos y diciéndose qué era lo que había sucedido.
Al darse cuenta, corrieron locos de alegría junto a la princesa, más hermosa y
feliz que nunca. Al cabo de unos días, el palacio, hasta entonces inmerso en el
silencio, se llenó de música y de alegres risas con motivo de la boda.
Actividades:
http://www.oyunlar1.com/juegos.php?flash=3365 Para que se tomen un recreo después de haber leído el cuento ahora un juego para disfruten vistiendo a Bella. Suerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario